
Durante mucho tiempo, la imagen del aprendizaje se ha asociado a la recepción pasiva de información: el niño sentado escuchando, leyendo o memorizando. Sin embargo, la neurociencia revela una imagen mucho más dinámica y participativa de cómo el cerebro infantil realmente aprende. El aprendizaje activo, aquel que involucra a los niños en la manipulación, la exploración, la experimentación y la resolución de problemas, no solo hace que el aprendizaje sea más atractivo, sino que también optimiza los procesos cerebrales que subyacen a la adquisición y la retención del conocimiento.
El cerebro de los niños es inherentemente curioso y explorador. Desde los primeros meses de vida, los bebés interactúan activamente con su entorno, tocando, probando y moviendo objetos para comprender cómo funcionan. Esta inclinación natural hacia la actividad es un reflejo de cómo el cerebro está diseñado para aprender: a través de la experiencia directa y la interacción multisensorial.

Cuando los niños participan activamente en el aprendizaje, se activan múltiples áreas de su cerebro. La manipulación física de objetos, por ejemplo, involucra las áreas motoras y sensoriales. La resolución de un problema requiere la activación de la corteza prefrontal, responsable de las funciones ejecutivas como la planificación y el razonamiento. La discusión con compañeros o la presentación de ideas activa las áreas del lenguaje y fomenta la conexión social, que también juega un papel importante en el aprendizaje.
Este compromiso activo con el material de aprendizaje conduce a una serie de beneficios neurológicos:
- Mayor atención y concentración: Las actividades prácticas y participativas tienden a ser más atractivas para los niños, lo que facilita el mantenimiento de la atención y la concentración en la tarea.
- Mejor comprensión y retención: Cuando los niños construyen su propio conocimiento a través de la experiencia, la información se codifica de manera más profunda y significativa en la memoria a largo plazo. La conexión con experiencias concretas crea rutas neuronales más fuertes y duraderas.
- Desarrollo de habilidades de pensamiento crítico: El aprendizaje activo a menudo implica la resolución de problemas, el análisis de información y la evaluación de diferentes enfoques, lo que fomenta el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico de orden superior.
- Mayor motivación e interés: La participación activa en el aprendizaje puede aumentar la curiosidad y el disfrute, creando un ciclo positivo donde el interés impulsa un mayor compromiso y aprendizaje.
- Fortalecimiento de las conexiones neuronales: La activación simultánea de múltiples áreas cerebrales durante el aprendizaje activo fortalece las conexiones entre ellas, facilitando la integración de la información y la transferencia del aprendizaje a nuevas situaciones.
En contraste, el aprendizaje pasivo, donde los niños son principalmente receptores de información, tiende a involucrar menos áreas cerebrales y puede resultar en una codificación de la memoria menos profunda y una menor retención a largo plazo. El cerebro aprende mejor cuando está activamente involucrado en la construcción del conocimiento, en lugar de simplemente recibirlo.

¿Cómo podemos traducir estos principios neurocientíficos en prácticas educativas efectivas que fomenten el aprendizaje activo?
- Incorporar actividades prácticas y manipulativas: Ofrecer oportunidades para que los niños trabajen con materiales concretos, realicen experimentos y construyan modelos facilita la comprensión y la retención.
- Fomentar la exploración y el descubrimiento: Crear un entorno que invite a la curiosidad y permita a los niños investigar y descubrir por sí mismos promueve un aprendizaje más significativo.
- Utilizar el aprendizaje basado en proyectos: Involucrar a los niños en proyectos a largo plazo que requieran investigación, planificación, colaboración y presentación fomenta la aplicación activa del conocimiento y el desarrollo de múltiples habilidades.
- Promover el aprendizaje colaborativo: Trabajar en grupo, discutir ideas y enseñar a otros activa diferentes áreas del cerebro y profundiza la comprensión.
- Integrar el movimiento y el juego: El movimiento y el juego no solo son importantes para el desarrollo físico y social, sino que también pueden facilitar el aprendizaje al hacerlo más atractivo y memorable.
- Hacer preguntas abiertas y fomentar la discusión: Animar a los niños a pensar críticamente, a expresar sus ideas y a debatir diferentes perspectivas estimula la actividad cerebral y profundiza la comprensión.
- Conectar el aprendizaje con el mundo real: Mostrar la relevancia de lo que se está aprendiendo y ofrecer oportunidades para aplicar el conocimiento en contextos auténticos aumenta el interés y la retención.
En resumen, la neurociencia apoya firmemente la idea de que el cerebro de los niños aprende mejor haciendo. El aprendizaje activo, que involucra la participación activa, la exploración y la interacción, optimiza los procesos cerebrales de atención, memoria y pensamiento crítico. Al adoptar prácticas pedagógicas que fomenten el aprendizaje activo, los educadores pueden crear experiencias de aprendizaje más significativas, atractivas y efectivas que preparen a los niños para un futuro de aprendizaje continuo y éxito.
Glosario
Aprendizaje activo: Enfoque pedagógico que involucra a los estudiantes en la manipulación, la exploración, la experimentación y la resolución de problemas para construir su propio conocimiento.
Experiencia directa: Aprendizaje que se obtiene a través de la interacción personal y la participación activa en una actividad o evento.
Interacción multisensorial: Aprendizaje que involucra múltiples sentidos (vista, oído, tacto, gusto, olfato) para procesar la información de manera más completa.
Áreas motoras: Regiones del cerebro responsables de la planificación y ejecución de los movimientos.
Áreas sensoriales: Regiones del cerebro responsables del procesamiento de la información sensorial.
Corteza prefrontal: Región del cerebro ubicada en la parte frontal, involucrada en funciones ejecutivas como
BIbliografia
Bransford, J. D., Brown, A. L., & Cocking, R. R. (Eds.). (2000). How people learn: Brain, mind, experience, and school: Expanded edition. National Academies Press.
Prince, M. (2004). Does active learning work? A review of the research. Journal of Engineering Education, 93(3), 223-231.